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De oeste a este: Los paralelismos del Western en la Vorágine de Rivera

  • Writer: Jorge Luis Rodriguez Barrera
    Jorge Luis Rodriguez Barrera
  • Feb 16, 2024
  • 5 min read
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El Western como género ha sido ampliamente explorado en la literatura, el cine y los videojuegos, especialmente en los Estados Unidos e Italia. Ya sean historias clásicas de las zonas sureñas del territorio norteamericano las cuales sentaron en el imaginario popular una serie de características y sobre todo tropos narrativos, que han permitido que historias, que no se desarrollan en el espacio o tiempo típicos del “salvaje oeste”, puedan reinventar este género en el futurismo, en el cosmos o en otros espacios geográficos.


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Otras adaptaciones del Western. (Cowboy Bebop, The Mandalorian, Stell Ball Run, Westworld

Ahora bien, cuando hablamos de La Vorágine de José Eustasio Rivera podemos hablar de una obra que ha mantenido hasta el día de hoy tal complejidad en su narrativa, y que ha calado en un inconsciente colectivo alrededor de la selva, las caucherías, las fronteras y no menos importante, el llano. En este contexto surge la pregunta que trataremos de responder, ¿se puede llevar a cabo un paralelismo entre la obra de Rivera y el western norteamericano, que nos lleve a hablar de una incursión latinoamericana en este género?


En primer lugar, es claro que el objetivo del autor colombiano no era el de emular o traer a colación los tópicos del western gringo, sin embargo, estos son arquetipos de una época, que aunque en contextos diferentes, crean imaginarios similares, los cuales podemos relacionar y nos llevan a hablar de los ideales de una época que salía del siglo más largo de la historia humana.


Podemos situar el origen del western en la literatura, ya sea en novelas baratas escritas a mediados del siglo XIX, o en la tradición oral de los vaqueros. Pero el desarrollo, y especialmente la acogida del western puede deberse a un proceso ideologico que traian dichas historias.  La doctrina del destino manifiesto, donde los habitantes de los Estados Unidos se convencieron de que eran la nación destinada a expandirse por la gracia de Dios y que llevó a colonizar todo el territorio norteamericano, llevando la civilización y limpiando el camino de “salvajes”. Esta es una mentalidad muy propia de la entrada a la edad contemporánea y en la que La Vorágine también se ve inmersa, pues durante este tiempo, en los debates políticos colombianos se venía dando la discusión alrededor de “¿Qué hacer con los salvajes?” a lo que, el por entonces senador, Rafael Uribe Uribe respondería en su ensayo “Reducción de salvajes” que hay que llevarles la civilización a ellos, llevarles cultura, osea la cultura occidental, y hacerlos productivos para los intereses nacionales. Así pues, en la novela, además de presentar la problemática de las caucherías peruanas, se nos presentan los términos de “guahibiar” y “cuiviar”, propios del habla llanero para referirse a la cacería de pueblos indígenas de la zona y así como en las lógicas norteamericanas.


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John Wayne en The Searchers, el arquetipo del civilizador

Otro punto a considerar es la expansión de la frontera interna entre la civilización y la barbarie. Es sabido que Rivera se pudo inspirar de diversas fuentes dada su formación académica, pero una de ellas pudo ser las novelas gauchas en Argentina, otro espacio perfectamente propicio para el “western latinoamericano”. Aunque estas serían prácticas violentas, que no responderían a lo propuesto por Uribe, nos presentan las lógicas por las cuales operaba el Estado para el control de sus fronteras, una guerra no declarada contra lo que se creía, era el “salvajismo” y que si no se podía controlar por la vía pacífica, se haría por la violenta, como lo hace el gatillo de John Wayne en The Searchers.


Esto no es lo único que se comparte, ya mencioné en varias ocasiones la palabra frontera, la cual es fundamental para entender nuestros objetos de análisis. La frontera funciona como un no lugar, un espacio no apropiado por nadie, pero reclamado por muchos gracias a sus bienes. La misma novela de Rivera nace durante su expedición corográfica para definir las fronteras entre Colombia y Venezuela, en un libro de contaduría que saliendo de los otros buenos análisis sobre el endeude de las caucherías, también nos habla de un conteo de bienes que el Estado llegará a explotar en ese territorio de nadie. Así como los norteamericanos expandieron la frontera con la fiebre del oro, así lo quería Rafael Uribe con el caucho del Amazonas, explotado por forasteros peruanos. En estas fronteras, ahora habitadas por gente que vio la oportunidad de reinventarse completamente, asumir una nueva identidad en un lugar de pocas regulaciones y donde prima el individuo, pues ya lo entendía bien Sergio Leone en cada una de sus películas donde presentaba personajes en “Lugares donde la vida no tiene valor”. Así como escaparon Cova y Alicia al llano para buscar su suerte, así como los colonos de la vía a Oregon buscaban su tierra prometida.

"Lugares donde la vida no tiene valor, a veces, la muerte tiene un precio" - Sergio Leone

Esto también nos da para hablar de las características psicológicas del ser que no-habita la frontera, hombres tan impulsivos como teatrales, es descrito Arturo Cova en la novela, masculinidades altamente violentas que se forjan con el atardecer llanero, el cual te confirma que este no era tu día de morir, y que así como los pistoleros sin nombre de Clint Eastwood, su as para resolver el conflicto de su trama, es la muerte. Aquí es donde definitivamente se mezclan el azar y la violencia, en días que empiezan con desesperanza y terminan en indiferencia, que inducen al nihilismo y el individualismo por el afán de la supervivencia, con las lógicas de darwinismo social. Hablamos de hombres, muy poco realmente de mujeres, que solo serían peones para mover las historias, que son protagonizadas por hombres fuertes físicamente, pero débiles detrás de esas máscaras, antihéroes porque el destino los quiso enfrascar en situaciones que salen de su control, pero que con su afán de ser el centro de atención toman ese llamado para el rescate de su “amada” o el ajusticiamiento de ladrones en un pueblo que no conoce, son esos hombres con más corazón que odio, que inundaron las historias después del auge del western en Hollywood creando arquetipos, que tal vez no llegaron a existir en el real viejo oeste, quizá un poco más reales en La Vorágine, pero que son tan reales para nosotros, como el mensaje que proyectan sus historias.

"Un desequilibrado tan impulsivo como teatral" - La Vorágine

Leer La Vorágine en clave de western no es una invitación a entender esta obra desde la óptica estadounidense, es más bien un análisis de los paralelismos entre los arquetipos que existen en diferentes culturas, tan divididas por sus contextos como unidas por la época histórica en la que se consolidaron. Tan paralelos como es el oeste norteamericano y el oriente colombiano, incluso el sur argentino, si agregamos Las Pampas a la ecuación. Todos no-lugares lejanos e incomprensibles por la gente del interior urbano, que solo voltean a ver cuando sus recursos naturales y humanos les son útiles, cuando sus tierras transitorias les permiten escapar o cuando por su afán de curiosidad, son tragados por una vorágine de violencia que se lleva todo rastro de esa civilización que pretendían expandir. No es más que tal vez, una lupa sobre los mensajes que se repiten sin que nos demos cuenta y crean nuevos discursos que calan en el imaginario colectivo, pero que finalmente imparten la misma doctrina para diferentes públicos, nuevos empaques para la comprensión de nuevas audiencias. Si hay algo más que decir, es que sin quererlo, los llaneros de La Vorágine se encontrarían casualmente en una taberna con los vaqueros del viejo oeste y los gauchos argentinos para hablar de civilización y barbarie, de matanzas y robos, todo en un entorno sepia y musicalizado con pianolas.


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La escena de una taberna western (El vaquero estadounidense, el llanero colombiano y el gaucho argentino)

 
 
 

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